Chau Piru!
Cuando mi papá lo trajo a casa, lo escondió adentro de su campera.
Temblaba, de frío, de emoción, de miedo... Era chiquitito y tenía un nombre demasiado grande para él: Fidel.
Color sal y pimienta. Bigotudo. Al principio pensamos que era mudo, porque no ladraba.
Tenía una autoestima gigante que lo hacía enfrentarse a los perros que lo duplicaban en tamaño. Y una patita, la de atrás, con el taco solito, porque le habían comido las uñas y lo habían dejado medio rengo.
Con mi mamá fue amor a primera vista y esa era la intención, era su regalo de cumpleaños.
Así llegó a nuestras vidas en junio del año 2000, que se convertiría en un año durísimo, en muchos sentidos.
Después vinieron los planes de viajar a Italia y obviamente, Fidel, vendría con nosotros. Así tuvo su pasaporte con nombre y apellido, libreta sanitaria con todas las vacunas y jaulita especial para viajar en avión.
Se acostumbró enseguida al cambio de país, pero nunca aprendió el idioma. Si mi papá le decía "andiamo" ni se movía, pero al "vamos Fidel!", su rabito enloquecía y se dejaba poner la cadena, para la vueltita del perro.
Cada vez que teníamos un acontecimiento importante en la familia, parecía que sufría el stress, porque cuando me casé, tuvieron que operarlo y anduvo un tiempo con la "pantalla de velador". Cuando nació Matias, casi se nos va, por cálculos en la vejiga. Pensamos que iba a ponerse celoso y en cambio, fue el mejor guardián con Mati. Cuando mi mamá viajó, le agarraron ataques de epilepsia (justo cuando estaba yo sola en casa!) que parecía que no contaba el cuento. Y sin embargo, cual Highlander, se reponía de todos los achaques y seguía comiendo como lima nueva.
Yo no soy bichera. Y poca bola le daba a Fidel. Manteníamos una relación cordial de respeto recíproco, cada uno en su lugar, sin molestar. Cada tanto una palmadita en el lomo, pero nada más. Y sin embargo, me entristece su partida. Me deja un nudo en la garganta y los ojos nublados, al escribirle este post.
Pero él merece ser recordado y sobre todo, agradecido.
¡Gracias Fidel! Buen viaje Piru, dejaste de sufrir.
Temblaba, de frío, de emoción, de miedo... Era chiquitito y tenía un nombre demasiado grande para él: Fidel.
Color sal y pimienta. Bigotudo. Al principio pensamos que era mudo, porque no ladraba.
Tenía una autoestima gigante que lo hacía enfrentarse a los perros que lo duplicaban en tamaño. Y una patita, la de atrás, con el taco solito, porque le habían comido las uñas y lo habían dejado medio rengo.
Con mi mamá fue amor a primera vista y esa era la intención, era su regalo de cumpleaños.
Así llegó a nuestras vidas en junio del año 2000, que se convertiría en un año durísimo, en muchos sentidos.
Después vinieron los planes de viajar a Italia y obviamente, Fidel, vendría con nosotros. Así tuvo su pasaporte con nombre y apellido, libreta sanitaria con todas las vacunas y jaulita especial para viajar en avión.
Se acostumbró enseguida al cambio de país, pero nunca aprendió el idioma. Si mi papá le decía "andiamo" ni se movía, pero al "vamos Fidel!", su rabito enloquecía y se dejaba poner la cadena, para la vueltita del perro.
Cada vez que teníamos un acontecimiento importante en la familia, parecía que sufría el stress, porque cuando me casé, tuvieron que operarlo y anduvo un tiempo con la "pantalla de velador". Cuando nació Matias, casi se nos va, por cálculos en la vejiga. Pensamos que iba a ponerse celoso y en cambio, fue el mejor guardián con Mati. Cuando mi mamá viajó, le agarraron ataques de epilepsia (justo cuando estaba yo sola en casa!) que parecía que no contaba el cuento. Y sin embargo, cual Highlander, se reponía de todos los achaques y seguía comiendo como lima nueva.
Yo no soy bichera. Y poca bola le daba a Fidel. Manteníamos una relación cordial de respeto recíproco, cada uno en su lugar, sin molestar. Cada tanto una palmadita en el lomo, pero nada más. Y sin embargo, me entristece su partida. Me deja un nudo en la garganta y los ojos nublados, al escribirle este post.
Pero él merece ser recordado y sobre todo, agradecido.
¡Gracias Fidel! Buen viaje Piru, dejaste de sufrir.


Oh, Maite... Te mando un beso grande. Lo mejor son los recuerdos en el corazón que nos dejan nuestros bichitos.
ResponderBorrarEste comentario no es para ti, es para tu mama que me imagino que ese peludo seria su hijo, tal como para mi fue mi blanquita (que tambien hicimos lo mismo, pasaporte,vacunas,pruebas de sangre y jaula especial jaja) y mi blanca tambien la enterramos en este pais. Sra mama de MAI, comprendo por lo que esta pasando pero si estaba como mi blanquita fue mejor su partida (a la mia yo la mande a dormir tenia un cancer en el higado muy grande) Y como digo siempre TODO PASA, ESTO TAMBIEN PASARA saludos desde sapri
ResponderBorrarGracias Elvira! Mi mamá se llama Ana María y seguro leyó tu mensaje. Un beso grande!
BorrarMe hiciste llorar (todas las historias de perritos me hacen llorar). Chau Fidel!
ResponderBorrarSaludos.
Lloré, lloré y me acordé de Fidel. Y me acordé de Ally.
ResponderBorrarMandale un beso enorme a tu mamá.
Te quiero.
Tuvo una larga vida llena de aventuras junto a vosotros, viajó, enamoró a tu mamá, se hizo responsable de un pequeñín, se estresó cuando os sentía ocupados y preocupados, respetó las distancias contigo, mantuvo sus orígenes idiomáticos... una gran vida, amiga.
ResponderBorrarEn casa, se muere un pececito y tenemos un dramón, entierro, caras largas una semana...
Un beso bien grande.
qué permanezca feliz en el cielo de los bichitos.
ResponderBorrarqué triste cuando muere un animalito.