Mamá marciana

¡Oléééé olééé oléééé olééééé Matiiiiiiiii! ¡Matiiiiiiiii!
¡Vamos! ¡Canten todos conmigo!

No enloquecí... pero casi.
El día había empezado complicado.
No quiso ir a la escuela caminando, así que lo tuve que llevar esas cinco cuadras en auto.
Al llegar, no quiso bajar del auto. Tuve que tironearlo un poco para que baje e insistirle para que no se tirara en la calle o se arrastrara por la vereda hasta llegar al jardín.
Entramos y lo dejé con la maestra, con un principio de llanto que hice de cuenta que no oí.
Debajo del pantalón y del sweater, Matias llevaba las cancan negras y la polera negra que habían pedido las maestras.
Crucé los dedos y pedí que se le pasara el berrinche para cuando tuviera que empezar el acto.
Compré las pilas para la máquina fotográfica e hice tiempo hasta que se hicieran las 10 y pico.
Llegué y como llevaba un elemento para el acto, me dejaron pasar al ensayo.
Encuentro a Matias vestido con su traje de marciano, pero con toda la ropa abajo. Cuando le digo a la maestra que debajo tenía las cosas que habían pedido, me dice que no importaba... si lo hubiera dicho antes me evitaba la vuelta para conseguir esas prendas.
Aprovecho y le saco algunas fotos antes que empiecen.
Lo convenzo para que se siente en la nave espacial y empiezan a entrar los otros padres.
Mi hijo se bancó todo el acto en su nave, se paró un par de veces, pero se portó super bien.
Si Miss Italia (la maestra especial) pusiera un poco de onda, tal vez lo hubieran hecho bailar... pero bueno, no se le pueden pedir peras al olmo.
Cuando Papá Noel, los Reyes, las estrellas, pastores, el árbol de navidad, las bolas del árbol, la befana (bruja de reyes), el copiloto marciano y hasta el pan dulce habían dicho su parte al micrófono, los hacen alzar a todos los niños, sacan la nave y el micrófono del medio.
Y ahí tuve un principio de calentura... ¿te imaginás si después de practicar y torturarlo, no le hacían decir la frase? Pero no, les hicieron hacer la ronda todos juntos y al final... volvieron a poner el asta con el micrófono y se produjo el momento tan deseado... se escuchó:

Ok, no se entendió nada. Pero era culpa del micrófono, porque no se entendió nada en todo el acto... y de la gente que aplaudía y no lo dejaba terminar de hablar!
Menos mal que la tía, lo estuvo entrenando...

Porque cuando practicamos en casa, miren que bien se escuchaba!