Retroceder nunca, rendirse jamás?

¡Qué más quisiera que no se retrocediera nunca!
Estamos de acuerdo, rendirse jamás... pero es tan dificil de aguantar la batalla.
Cada tanto recibo cachetadas que me despabilan y me hacen sacudir la cabeza para tomar conciencia de donde me encuentro y adónde quiero llegar.
No me puedo permitir bajar los brazos o pasar mucho tiempo a contemplar el panorama, porque lo que para mí significa "relajar", para Matias se transforma en retroceder.
Ayer fue uno de esos días en los que recibí el cachetazo ida y vuelta. Y no estoy mal por haberlo recibido, estoy mal por haberme dejado estar. Por haberme ilusionado con la remota posibilidad que ahora que mi hijo "habla", ya está, podíamos tener una vida normal, con las cosas que hace la gente común.
No es así. Mi vida no pertenece a la gente común, mis días no pueden pasar sin más... porque mi "dejarme llevar" tiene consecuencias negativas en la persona que más quiero en este mundo. Y me siento responsable de mi propia haraganería...
Cuando Matias empezó a repetir palabras, me sentí tan feliz que olvidé (o decidí dejar de lado) los pictogramas. Total, si yo le preguntaba, él me respondía con la voz.
Pero haciendo esto, no avanzamos. Porque sus respuestas (ante los ojos del psicólogo) son meramente repeticiones. No le nacen como pedidos propios, de necesidades suyas.
Yo no estoy de acuerdo, yo sé que cuando él me pide el agua lo hace porque tiene sed, no simplemente porque ve la botella cerca. Retrucando no voy a ir a ningún lado y se supone que (a pesar de que no me guste la manera de decirme las cosas y su omnisciencia) el psicólogo me sugiere lo que Matias necesita y lo que realmente le hará bien.
Entonces, no hay que bajar los brazos.
Ya me estoy arremangando, hay que volver a empezar.