Yo me quiero casar (1)

Después de la apasionante historia de Mujer Moderna, no soy capaz de contar la historia de cómo me casé así de bien y con tantos detalles (porque la memoria después de tantos años puede traicionarme) pero sobre todo, no puedo mantener el suspenso por tanto tiempo.

Voy a intentar contarles cómo comenzó todo...

Es importante que sepan que no sé estar sola por mucho tiempo. Siempre estuve "de novio". Empecé a los 15 y no paré. Mi estado civil pocas veces fue sola, soltera, disponible. Además soy de noviazgos largos...

La historia de R.

"No quiero ser tu amigo,
amigo nunca más,
amigo para qué?
yo quiero ser tu amor
para siempre..."
(César "Banana" Pueyrredón - No quiero ser más tu amigo)

Mi primer gran amor era cinco años más grande que yo. Me conocía desde que nací. R, era mi príncipe azul, mi amor imposible, lo prohibido e inalcanzable. Era mi amigo y me contaba sus múltiples historias de mujeriego. Alto, fachero, con toda la calle vivida como para hacerle el verso a cualquiera y más aún a una quinceañera. Nunca imaginé que pudiera fijarse en mí y cuando lo hizo, sentí que tocaba el cielo con las manos. Pero esas nubes pronto se convirtieron en lluvia (de lágrimas).

"Te pido por favor que no hables mucho.
A veces las palabras duelen mas.
Dile, que nunca lo amé.
Miente, tan solo esta vez

[...]

Fuego y piel, mi vida es de papel
Que se quemó al encender mi corazón
Yo sé que las heridas dejan marcas
Y que el alma deja de llorar

Dile, que soy como el mar
- amo, golpeo y no me detengo -
Te quiero ver salir, y no me engañes
Te pido que no digas la verdad

Nadie... se muere de amor
Nadie, en el mundo, tan solo Yo."
(Patricia Sosa - "Las palabras duelen más")

Con él estuve nueve meses, cortamos unos meses, volvimos por un año más y la ruptura definitiva. De esa historia no tengo ningún recuerdo lindo. Me ilusionó, basureó, engañó, me redujo en mil pedazos. Yo lo amaba, él me quería a su manera (que no era una linda manera de querer). Logró ponerme en contra de mi familia e indirectamente fue culpable de las discusiones y la angustia que llevó a mi mamá a perder el embarazo de los gemelos a los cinco meses.
La única sonrisa que me dejó, fue (a pesar de su insistencia!) la satisfacción de no haberle regalado mi virginidad. Definitivamente no se la merecía. A él le quedó esa espinita y cada vez que me vé, me guiña un ojo y me sonríe pensando que algo puede llegar a moverse en mí, pero yo... Yo no tengo más quince años.