Un tropezón no es caída, es porrazo asegurado!

Soy congénitamente torpe. Me caigo en la llanura y me trago los postes de luz de la vereda. Bajo las escaleras de culipatín y me choco los marcos de las puertas.
Cuando nació Matias, contaba los meses de su crecimiento y cuánto tiempo duraba yo sin caerme con él en brazos o que se me cayera.

Ayer rompí mi invicto. No me caí yo (lo hubiese preferido mil veces!), se cayó Mati del sillón y quedó con la boca como un pato. Les diría como Alba Parietti, que es una showgirl de la TV italiana que se le fue la mano con el colágeno, el botulino y cuanta silicona andaba dando vueltas... pero como seguramente no la conocen, aquí les pego una foto para que se den una idea.




Estábamos madre e hijo sentados en el sillón mirando la tele. En un rapto de locura, Mati me revolea el control remoto. Me agacho para buscarlo y siento un ruido tremendo. Cuando giro la cabeza lo encuentro desparramado boca abajo con el brazo doblado en la panza. Lo levanto pensando que se había roto el brazo, lo controlo y lo movía bien. Cuando le miro la cara, me doy cuenta que le sangraban los dientes de arriba. Voy al baño a enjuagarlo y me doy cuenta que le sangraba la encía, el labio y la nariz.

Lloraba sin parar y cuanto más gritaba, más grande era mi remordimiento por la distracción de un segundo. No sabía cómo calmarlo hasta que pensé en la terraza.

Ellas ya estaban ahí, acovachadas entre un molinito de viento y un CD que giraba atado con tanza. Con el aire burlón que las caracteriza, que tanto fastidio me dan... esta vez las palomas sirvieron para algo bueno, lo calmaron a Mati.
Hoy ya está un poco mejor. Espero que mi pequeño rey llegue a su cumple más deshinchado.