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Tacuaren, treinta y diez, forty, cuatropuntocero…

Por más que le de vueltas al asunto, los cuarenta me llegaron y aquí los ando luciendo. Es lo que hay.

Me dijeron que te ataca el síndrome del #sinfiltro, que dejás de hacer las cosas porque “es lo correcto, lo que se espera que hagas” y empezás a hacer lo que te gusta, lo que te hace bien.

Bueno, no sé si será la edad, si será el hartazgo, si será que Matias no había tenido la mejor de las semanas y a su menú hiperselectivo le sumó la huelga de hambre, si será que Mr. Love puso a prueba mi paciencia y me llevó al borde de mis nervios, si será mi suegro que me hizo el chistecito “ojalá que llueva” (cuando había planeado festejarlo en la terraza!), si habrá sido el cansancio de un período de mucho trabajo... o la sumatoria de todo, pero inauguré mis cuatro décadas, desinvitando invitados.

Decidí que el festejo sería una pequeña reunión familiar (Mis padres, la nonna, hermana y novio, mis tíos argentinos de visita, Mr Love, Mati y yo).

Tenía planes, carpetita de pinterest con ideas, lista de canciones, menú elegido, diseño de invitación, decoración de torta, terraza lista para estrenar y hasta outfit para la ocasión... y sin embargo, me agarró la “escandinava” y me quedé con cumpleaños minimalista.

Festejar festejé, no con LA fiesta de mis sueños, pero al menos quedaron fotos para recordar.
Más vale pocos, pero buenos.

Lo mejor de mis forty, fue la sorpresa que me dieron mis amigas (las “L” + F) que unieron fuerzas organizativas, ideas y moneda... y me regalaron un día de Spa en un super Hotel de mi zona. Todavía no fui, sigo acumulando cansancio, así cuando vaya lo aprovecho completamente... y después les cuento.

Y además, los cuarenta los voy a tener todo el año... quien te dice, quizás en otro momento, aunque no sea 10 de agosto... sale fiesta de no-cumpleaños!