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Mostrando las entradas de octubre, 2010

Yo me quiero casar (39)

La última semana de junio fue maratónica. A pesar de que estábamos super organizados y no quedaban muchas cosas por hacer, fue una locura y viví una emoción detrás de otra. Con todo el sacrificio económico que les implicó, pudieron viajar mis tíos y mis primas, reuniendo de nuevo después de cinco años a toda la familia. Seguramente mi nonno Pippo, mirándonos desde arriba, se habrá reído de las vueltas de la vida, al vernos a todos en su pueblo y a su nieta mayor que se casaba con un ‘paesano’ suyo. Me sentía feliz de tener a mi gente conmigo. A pesar de vernos más grandes, más viejos, más rubios o más canosos, más gordos o más flacos... En cada sobremesa parecía que el tiempo no hubiese pasado: mi tío comiendo la sandía con tanto gusto, mis primas retándolo porque comía demasiado, mi tía tratando de hablarle a Mr Love en un italiano españolizado. Estaba tan contenta de tenerlos a ellos acá, conmigo, que poco importaba que la iglesia de mi lado quedara vacía... porque eran pocas persona...

Yo me quiero casar (38)

Mi ojo estaba volviendo a la normalidad, pero no podía maquillarme... así que hasta último momento me quedé sin la prueba del make up. Parientes y amigos me avisaban que las invitaciones que había mandado a la Argentina iban llegando... una sana, una rota, una partida... En fin! No supuse que iban a ser tan delicadas, no eran las tarjetas ideales para mandar de un continente al otro y eso que las había puesto en el sobre con el plástico de las burbujitas! Mi futuro hogar estaba casi terminado. La primera cosa que llegó fue el sofá del living. Esa sensación de tener toda la casa vacía y colocar el primer mueble, fue inmensamente placentera. Era el símbolo que indicaba que nuestro sueño se estaba haciendo realidad o simplemente era el primer paso que calmaba la ansiedad de tener la casa lista ya! Faltaba que mi futuro marido, pusiera las tablas de los inodoros. Había visto unas muy locas con peces de colores y estrellitas de mar... divinas... pero nos ganó la sobriedad (o la econom...

Locos sueltos

Síntomas para reconocer un marido con cerebro quemado : 1. Si después de buscar el teléfono inalámbrico de casa como una loca por horas. Autollamarse desde el celular y no escucharlo sonar por ningún lado. Inspeccionar cada centímetro de la vereda y mirar debajo de cada auto estacionado, pensando que Matias lo revoleó por el balcón. Si después de buscarlo sin éxito lo das por perdido... y descubrís al día siguiente que Mr Love se lo puso en el bolsillo y se lo llevó a trabajar pensando que era el celular, lo apoyó inconscientemente en la mesa de la casa de la clienta... después de un rato de mirarlo pensó: tienen el mismo modelo del teléfono de casa! Terminó esa jornada laboral y volvió al hogar, cuando le preguntás si vió el teléfono de casa te dice que no... Qué momento cuando al volver al día siguiente la señora le dice: se olvidó el teléfono. Y antes de responderle "no Sra. tengo el celular en el bolsillo" se da cuenta que la clienta le trae el inalámbrico de cas...

Herir sentimientos

Varios blogs de los que leo y sigo cotidianamente, son anònimos y secretos. Ponen nombres de fantasìa, no publican fotos y ninguno (familia-amigos-parientes-marido) sabe de la existencia. Es una manera de exprimirse sin censura. Hasta ayer pensaba que esos blog se escribìan con cierta hipocresìa, porque al final es como "hablar mal por detràs" y que nadie se entere. Creo que los hacen asì para evitar tener que explicar o justificar el por qué de ciertos textos. Mi caso es distinto. Mi blog es mi diario, mi diario ìntimo sin candado, abierto. Publico mis fotos, firmo con mi nombre y sé que me leen mis familiares. Mr Love sabe de mi blog y hasta lo lee cada tanto sin decirme nada. Mi hermana me dice: acà exageraste, esto no fue asì... pero son licencias poéticas! Mi viejo es mi fiel seguidor silencioso, entra todos los dìas para ver si escribì algo nuevo. Mi mamà llora, porque se emociona cada vez que recuerdo cosas del pasado. Trato de no nombrar a los demàs, pero los textos s...

Yo me quiero casar (37)

El orzuelo se había adueñado de mi párpado y no lo quería abandonar. Ya había probado con los remedios caseros (me hicieron mirar el fondo de la botella de aceite en ayunas y pasarme la alianza de oro en el ojo haciendo la señal de la cruz, frotándola previamente para calentarla) y remedios oftalmológicos (gel y cremas). Viendo que los días iban pasando y el ojo seguía en compota, volví al hospital para consultar nuevamente al ‘papichulo’ del oculista (alto, delgado, sonrisa brillante, gentil) que me había recetado el gel. Y me dijo que teníamos que intervenir, con una “operacioncita” sencilla en day hospital. Pero doctor, mire que en menos de dos meses me caso... el ojo vuelve a la normalidad, no? No se lo puedo asegurar... generalmente en un mes, se absorbe todo el hematoma. Hematoma? Ya me veía metiendo corrector para tapar un ojo verde violáceo o directamente haciéndome un parche piratesco en color blanco para que pegara con el vestido. Para todo esto, me había acompañado mi mamá (...

Insoportable levedad

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Hace tres días que no salgo de casa. No tengo ganas de peinarme y mi atuendo predilecto es el pantalón de gimnasia (y no precisamente porque vaya a mover un músculo!) y las remeras cómodas. Mis pies van descalzos o en su defecto eligen las ojotas o las pantuflas. Tengo que ponerme a estudiar y no tengo ganas. Tendría que hacer dieta, pero me da pereza cocinar a parte para mí. La opción sería no comer, pero el hambre me puede. Tengo que preparar la clase de español para el instituto y creo que mis alumnos me contagiaron la apatía. Tendría que seguir escribiendo mi Love Story, pero me da fiaca. Esta dejadez se está apoderando de mí y yo quedo impertérrita y la dejo actuar. Mr Love me preguntó si estoy triste y no supe qué responderle. Porque en verdad, ni siquiera sé si estoy triste, no tengo motivos reales para estarlo. Será este tiempo nublado que no ayuda... Pasará, pasará...

Yo me quiero casar (36)

Los meses iban pasando y la fecha se iba acercando. Era abril y mis pesadillas se intensificaban, a veces se me caía el vestido en el medio de la ceremonia y otras no me cerraba (un día por demasiado flaca otro por gorda). El Peluquero La elección del peluquero era todo un dilema! Como ya saben, he confesado más de una vez que no me gusta ir a la peluquería. Porque me parece una pérdida de tiempo, significa estar allí toda una mañana o una tarde y además bancarse a las clientas asiduas. La cosa es que no tenía ningún peluquero fijo, una vez iba a uno, otra vez iba a otro... probando de acá para allá había encontrado una chica que me gustaba porque era "rápida" y simpática, respetaba los horarios y no era tan cara. Cuando pensaba hablarle a ella para que me peinara para el casamiento me dijeron que no era adapta porque sus peinados no duraban. Entonces tuve que buscar a otro. Y así fue que caí en las manos de Salvatore. Salvatore es italiano pero vivió muchos años en Ale...