Ella y yo

Ella fuma desde los 14. Yo nunca probé el cigarrillo.

Ella tiene piercing y tatuajes. Yo tengo sólo mil lunares.

Ella tiene su mejor amigo hombre. Yo no creo en la amistad entre el hombre y la mujer.

Ella es de escorpio. Yo soy de leo.

Ella nació en los ’80. Yo soy de la década del ’70.

Ella es práctica con las manualidades, si le das un martillo y un destornillador te arma cualquier cosa. Yo soy un queso inútil.

Ella es impulsiva e irreverente. Yo soy analítica y diplomática.

Ella no eligió venir a Italia. Yo sí.

Ella tiene el carácter de mi papá. Yo el de mamá.

Mi hermana dijo siempre que yo era la inteligente y ella la linda. Y con esta frase se cubría de los eventuales aplazos en el colegio. Logró que una profesora super rígida la llamara por su nombre, porque dijo que era un insulto hacia mí si la nombraba por el apellido. Siempre quiere pasar por la tonta de la situación, pero es más inteligente que yo y por eso, más vaga. Aprendió a leer sola a los 3 años. Su curiosidad la lleva a hacer cosas impensadas, como meterse adentro del horno para saber qué se siente y quedar atrapada con la cocina a cuestas. O su manía de poner los dedos en el enchufe, haciendo saltar la térmica quinientas veces, porque le gustaba “la patadita”. A los 7 años se tomó todos los fondos de los vasos de champagne que quedaban en la mesa de la fiesta de fin de año y terminó cayéndose de la hamaca, inaugurando el nuevo año con unos puntos en la frente. Mi hermanita es así. Es loca, chinchuda, dormilona. Pero también es de buen corazón, leal, fiel, afectuosa, divertida y demostrativa.

Fui hija única por 7 años. Cuando llegó esa bola negra y peluda (tenía pelos en la espalda y en las orejas), fue mi obligación cuidar de ella, por ser la hermana más grande. Y así lo hice. Casi tiro de la punta de la escalera a su ex amiga La Kika por haberla insultado en un boliche, porque con mi hermana no se tenía que meter. O lo gozaba al Kroll (el pibito que le gustaba) delante de sus amigos, porque no le daba bola.

Cuántas broncas me hizo pasar. Desde romperme las pinturitas Tamy metiéndoles la uña a todas las sombras y rubores, cortarle el pelo punk a mis Barbies perfectamente cuidadas, hasta romperme los libritos de los CD’s para aprenderse el texto de las canciones que yo escuchaba. Me quedé con ella estudiando geografía hasta las 4 de la mañana, cuando se llevó hasta el recreo en tercer año, para que la profesora no la cagara porque yo iba a estar en la mesa de exámenes y no la podía ayudar (ni tampoco me tenía que hacer pasar vergüenza!).

Pochi es así, nos queremos, pero no nos lo decimos. Nos defendemos, pero sin que la otra se entere. Ella siguió a un ex cuando sospechaba que me metía los cuernos. Yo encaré al suyo, cuando la trataba de “minita” y no la respetaba. Puteó a más de uno por insinuar que ella parecía más grande que yo. Tuvimos que venir a Italia, para encontrarnos amigas. Y si bien se espantaba escuchándome hablar de sexo (lalalalalalala), fue testigo, cómplice y protagonista de mi historia con Mr. Love.

Y ahora, además de hermana, lleva el título de comadre. Porque sin ella, no hubiese resistido estos meses de neomamá con Mati. Porque lo hace reir, lo cambia, lo babosea, lo zamarrea, lo duerme, lo cuida, lo quiere. Porque si bien me amenazó con no hablarme más si no la elegía madrina de mi hijo, estoy segura que no existe una mejor elección. Porque ella es su segunda mamá. Porque lo va a proteger, como lo hizo conmigo. Y seguirá siendo siempre mi pequeña hermanita.